sin embargo a fiebre no llegan aquellos ecos de ira. a su lado no queda más que una húmeda pared, brindándole a ella, con cada poro de sí, una diminuta porción acuática de tranquilidad.
fiebre guarda silencio, y rompe con una sonrisa la solemnidad del momento. uno de tantos ciclos surte efecto y las precipitaciones convergen en un solo punto, al cual llamaremos limonada.
fiebre intenta abrasarlo sin dejar huella doliente alguna sobre su piel.
la conjunción de los cuerpos es temerosa. sin embargo, fiebre y las llamas de fiebre se extinguen poco a poco.
fiebre se evapora. fiebre se derrite.
limonada asimila en sí mismo la condensación resultante, sin dejar de sostenerla por completo.
la temperatura corporal de limonada asciende un poco, y sin perder la templanza, admira cómo
a fiebre, la calma limonada.