sábado, septiembre 01, 2012


no sufro
más allá de despertar cada mañana
he ir a trabajar.

aprendí que ser hija
no es saber cocinar, planchar una camisa, recoger un plato sucio.

adopté también la responsabilidad
de ser diferente.

no ser mi abuela abandonada
mi madre martirizada por las manchas de la ropa
o los hijos que hay que criar.

he decidido desobedecer a mi padre.

decidí también que una violación
no me impide disfrutar de hacer una mamada
de que me penetre un hombre
y disfrutarlo.

he decidido también
no parir el hijo de un hombre que no quiero.

decidí ser un persona, más allá de ser mujer.

sábado, agosto 11, 2012

estoy toda meca.

¿qué clase de ropa interior te gusta? ¿cuál es tu comida preferida? ¿te gusto más con el pelo suelto o recogido? ¿te quieres quedar a dormir? ¿qué quieres almorzar?

y así. hasta que termino la relación porque siento mi espacio violentado y que mi tiempo y mi persona son absorbidos.

martes, julio 17, 2012

conceptos vulgares del amor, vol. I


hice un barquito de papel
con una etiqueta de cerveza Carta Blanca
lo estacioné en el borde de la mesa
y te busqué la mirada con la punta de los dedos.

lunes, julio 16, 2012


He vuelto sola a casa, a dormir con mi gata. No es albur, ni alusión. Es un gato. Mi físico tiene la capacidad de atraer a ciertas personas. Hombres o mujeres que se acercan a mí curiosos, preguntan mi nombre, a qué me dedico, qué música me gusta.

Pero lo que mi físico ha favorecido en mí como un ente social, mi personalidad y mi discurso lo derrumban. Soy así, digamos: mamona. Puedo ser cortés, sin dejar de lado el sarcasmo o la ironía. Sin dejar nunca de menospreciar a quienes me rodean: en un bar me gusta llamar la atención. Gritar pendejadas, bailar sensual con mis amigas. Invito a que se me acerquen.

Pero inevitablemente vuelvo sola a casa. A veces sí me esfuerzo en que eso suceda. Y cuando me recrimino mi soledad, una voz amiga me recuerda: “¿a cuántos has rechazado con una burla estallando en tu rostro, una frase que recordamos en conjunto y que aplaudimos esa noche y las subsecuentes?”.

Regreso a casa, fumo un cigarro y escucho música. Ocasionalmente recibo un mensaje o una llamada: “te extraño”, me dicen. “Quiero verte”, “¿dónde estás?”. Nunca contesto, pues siempre espero un remitente distinto, un remitente que no llama ni escribe.

Después del bullicio, del acoso también, algunas veces, de hombres borrachos que me asedian como a muchas otras mujeres. Después de la fiesta busco el silencio. Aventarme al vacío de mi soledad y abrazarme a ella. Indistinta, cariñosa, estimulante.

Y cuando me encuentro en mi cama tocándome a solas, contrasto mis recuerdos. En su mayoría busqué y aprecié como nunca mi soledad. Pero hubo ocasiones en las que mi carne suplicaba por marcar un número, enviar un mensaje, pronunciar un nombre. Alguna vez lo hice y su resultado me invitó a volver, una y otra vez a casa, solitaria, callada, tranquila. A dormir con mi gata.

¿Dónde estás? Me muero por saber si pensaste siquiera una vez en mí durante tu día. Pinche curiosidad. Pinche. Me encabrona ser yo quien toca la suavidad de mi piel y no tú. Estoy aquí, murmurándome frases cogelonas al oído, escuchando música para hacer el amor, y no tengo siquiera el valor de masturbarme, por miedo a sentirme más sola y vacía que cuando aún portaba alguna vestimenta mi cuerpo.

Otras veces también, me desnudo frente al espejo. Admiro las líneas de mi cuerpo que, tiene algún encanto. Seduzco a mi propio reflejo y bailo. Bailo y admiro mi vestido, mi tatuaje. Me contorsiono, me miro la espalda y sus músculos mientras me deleitan mis propios movimientos. Me desnudo y sigo bailando, miro el brincotear de mis senos, la caída de mis nalgas, cómo tiemblan las lonjas de mi cadera.

Bailo y bailo, caleidoscópicamente, mientras en mis oídos resuena Cerati y sus cosas imposibles. Yo también quiero hacer cosas imposibles: asir mi propia cintura y bailar, bailar con el cabello alborotado y los ojos un tanto torcidos por la borrachera. La boca seca que se relame para bajar por mi torso, presionar mis pezones, olerme los dedos después de acariciar mi entrepierna.

Volver sola a casa: quién dice que es aburrido. Si nunca sabes cómo te vas a poner. 

jueves, julio 12, 2012

Miss Justine Jones


De la piel de Justine Jones se deslizó hacia el piso la seda blanca que cubría su cuerpo virginal. Tras una gran puerta de madera desgastada, los muros de unas habitaciones inquietantes presenciaron cómo sus senos elevados por un corsé de color claro, se estremecieron cuando se vio desnuda frente a un hombre por primera vez.

Su cuerpo sólo fue penetrado en vida por el filo de la navaja con que cortó sus venas, hasta vaciarse la sangre en una tina de agua caliente; nunca imaginó que volvería de la muerte para obedecer las instrucciones de un desconocido, como hipnotizada, hasta que se acercó a él y comenzó a chupar el pene fláccido que le ofrecía.

Miss Jones nunca conoció esa urgencia ahora experimentada, por asirse al pequeño pedazo de carne que crecía en sus labios y lengua, mientras lo hacía adentrarse un poco más a su boca primero con pudor, y finalmente cuando la erección se había completado, con creciente desesperación.

Sorprendida, tomaba el miembro con ambas manos y daba cariñosos besos a la punta con los ojos cerrados. Tomó una de las manos de su instructor, e insegura se sentó sobre él. Ante la dificultad de la penetración Justine flaqueaba, comenzó a dudar de sus movimientos, hasta que él la tomó de la cintura y elevó con fuerza sus caderas para finalmente acabar con su doncellez.

El grito de Justine se transformó poco a poco en un gemido lánguido y somnoliento, pues tener en su carne a un hombre por primera vez, la hizo sentir como en un sueño desde la otra vida: ese limbo a donde había llegado por su pecado, aunque el suicidio no hubiese sido suficiente para enviarla al infierno.

Él asía las caderas y cintura de Miss Jones, cuya espalda tenía de frente. La desvirgó así, para que ella no tuviese un rostro al cual remitirse al recordar la primera vez que había cogido con alguien: la arrojó al vacío de la soledad para que se encontrase a sí misma en el valle obnubilado de su propio placer.

Y fue también así como penetró su grupa; fue una mujer solitaria que introdujo ese pene erecto en el interior de su cuerpo para perder su segunda virginidad: fue más doloroso, pero entonces Justine Jones ya se había entregado a las delicias del dolor y del placer, por lo que ella misma lo llevó al fondo de su vientre y se entregó con desesperación al hombre que la sodomizó sin siquiera mirarle el rostro.


Este texto está inspirado en la película de Gerard Damiano, Devil in miss Jones. Una excelente película porno que demuestra cómo la pornografía sí puede ser arte. Además, la musicalización de una entrevista que hacen a la protagonista del film, Georgina Spelvin, quien habla de su experiencia como pornstar en los años 70's. pueden encontrar el vídeo AQUÍ: http://massiveattack.com/blog/2009/12/15/paradise-circus/ . Difruten :)

porqué los escorpiones no tienen alas.


Ya dime dónde te veo, quiero cogerte de perrito. Cruzar más de dos palabras con él me mataba de aburrimiento, y si algo quería evitar era verle la cara, pero su propuesta de cogerme en cuatro me pareció fabulosa: que le hable a mi espalda, pensé. Yo sólo iré para que me la meta como Dios manda.

Colgué el auricular y sentí un hondo desasosiego en el pecho, que me llegó al vientre y rebotó en un reproche que mi vocecita de mojigata pueblerina lanzó por uno y otro oído: no te cansas de hacer pendejadas, frase que circuló por mi mente una y otra vez mientras me depilé las piernas y el pubis con esmero, mientras unté dos veces con crema perfumada cada parte de mi cuerpo y rociaba con una fragancia delicada mis calzones cacheteros de encaje. Sus favoritos.

Toqué a su puerta y al entrar el desorden de su departamento mermó mi ánimo de permanecer ahí. Me sentía como una heroinómana caminando por la Doblado o la Rubio en busca de la droga: con la piel perfumada y suave, con el cabello húmedo aún, traté de no tocar nada.

Me eché sobre la cama con expresión ausente, mientras él ponía un disco de Cerati: le encantaba cogerme con el Bocanada. Canturreaba una que otra frase mientras desabotonaba mi blusa, dejaba caer mi falda al suelo o tocaba mis braguitas mojadas mientras me daba arrimones por detrás.

Esa noche no fue la excepción. Y mientras me decía al oído distante placer de una mirada frente a otra esfumándose, golpeó con la punta de sus zapatos mis tacones ordenándome separar las piernas y deslizó mi vestido hasta el suelo mientras me incliné hacia la cama y movía lentamente las caderas, al ritmo de la canción.

Nos tumbamos en la cama después de bailar un poco así: desvistiéndonos. Nuestros cuerpos en conjunto, eran un prodigio de cadencia cada vez que cogíamos. Parecía que nos leyéramos el pensamiento o más bien la calentura, pues aún sin música, cuando nos desnudábamos había sobre su cama un oleaje rítmico de piel caliente y sudorosa, de fluidos, de miembros acomodándose simultáneamente hasta embonar precisos en una penetración profunda, en una felación vigorosa, en un cunnilingus estremecedor.

Besó con cariño la delgada línea de vello que dejé sobre el monte de venus a manera de adorno, y me hizo hacia la luz de la lámpara para admirar con detalle los pliegues rosados y suaves que después le rodearían la verga al penetrarme. No le había dicho, pero él sabía que sería la última vez que me cogería.

Estás bien chida morra, me dijo al recorrer con sus dedos ásperos la suavidad de mi piel, la punta de mis pezones, el  hueco de mi axila junto al seno derecho. Siempre me calentó su manera de decirme morra y su grandioso tono de desapego, pues sólo otro escorpión puede comprender el orgullo que impulsa una palabra fría e indiferente, cuyo trasfondo no es más que ansiedad y el temor a la pérdida.

Fue un baile lento, nuestra despedida. Nos aseguramos de guardar silencio y nos concentramos en coger: me la chupó como nunca, me mordió los huesos de la cadera, me arañó la espalda  y yo… me dejé querer.  Cerré los ojos y los siguientes sesenta minutos, aproximadamente, era Cerati quien se hundía entre mis piernas y senos.

Mis pezones erectos siguieron lento los ritmos de su guitarra que me estrujaba la espina, mi cabello danzaba desordenado sobre mis hombros; fueron los labios de Cerati los que mordí con rabia en esos momentos, pues sabía que cantaba por mí esos tonos graves para que vibrara mi clítoris bajo su lengua rolliza.

Comencé a girar como un reloj, hoy el oro está en mi piel, y yo estallando, retorciéndome, detrás del corazón moviéndolo lentamente mientras yo ejecuté en mis labios y clítoris cada acorde, rif y solo del argentino, quien me hablaba desde su sueño y me llevó lejos de aquella habitación.


jueves, abril 19, 2012

soñé que amaba a un hombre.

dejé de lado todos esos orgasmos oníricos que alcancé al lamer pliegues rosados y lampiños, de piel mojada, temblorosa. siempre he tenido sueños húmedos con mujeres. desperté tantas noches y mañanas con la ropa interior empapada, incluso luego de verme lamiendo mi propia vulva.

pero este hombre llegó encabronado a mi. su rostro alargado y pálido era el de un pervertido, un acosador que me abordó por las calles, y que prácticamente me violó mientras yo comenzaba a amarle, confundida y asombrada.

lo primero que recuerdo es su semen al caer en mi rostro, mientras yo aún lamía y besaba la punta resbalosa de su verga. la recorría desde la base con desesperación, para no perder una sola gota: "cómetelos todos", me ordenó mientras arqueaba su espalda hacia atrás y emitía sonidos guturales de placer.

podíamos coger en las banquetas, callejones, asientos traseros de autos y camionetas; participábamos en orgías y cuartos oscuros, en donde nos encontrábamos los miembros para finalmente apartarnos y, enloquecidos comer y beber el uno del otro hasta la imbecilidad.

él decidió que yo sería su servidora sexual, aunque ya desde la primera vez que me tomó yo había perdido todo interés por los otros hombres que nunca tiraron de mi cabello y cuyas frases de amor durante el sexo me aburrían mortalmente.

supe que se había enamorado de mí cuando me dijo "te amo", mientras me cogía de perrito. lo dijo pelando los dientes, estoy segura de ello, y justo antes de venirse.

la coleta de caballo en la que había recogido mi cabello para chupársela sin interrupciones, se tensó y jaló mi cuello y cabeza hacia atrás, mientras su pelvis golpeaba violentamente mi trasero (lo cual no ocurría con frecuencia, dado el tamaño de su verga) y finalmente eyaculó en mi espalda.

mientras esparcía el semen por mi piel, me la volvíó a meter para sentir el calor de mi vagina y mantener su erección. me di cuenta que ni siquiera grité. convulsa y sorprendida, respiraba violentamente y miré hacia mi vientre para recordar cómo se abultaba cada vez que él me la metía.

solté el cuerpo y él tomó mis caderas para colocarme boca arriba. puso mis rodillas sobre sus hombros y me mordió un pezón. "¿a poco ya no quieres coger?", dijo mientras me la volvía a meter y me levantaba el culo para posarse sobre sus rodillas.

cógeme, CÓ GE ME.

martes, marzo 27, 2012

te lo juro.

pienso que ser actores no debe ser tan difícil. mirar alrededor de tu vida y saber que la primera obra de teatro que protagonizas es la familia. luego viene la escuela, el trabajo. a veces los amigos y las parejas.

no hay nada más falso que decir: "te espero en mi habitación de hotel. en el número 43, mis piernas con piel de tigresa te abrazarán hasta que me hagas tuya".

deberás entender que nunca seré de ti.

que mi carne, mi tiempo, mis letras siempre regresan a su origen. que mi aparente entrega siempre es a mí misma. y que los únicos que me poseen son mi placer, mi mente y mi voluntad.

sólo la tierra podrá reclamarme cuando deje este podrido mundo. sólo el bosque, los barrancos, las llanuras y el desierto que es esta isla que habitamos en el norte, reciben mis anhelos de pertenencia.

allí habré de esparcir la carne que hoy adoras.

lunes, marzo 12, 2012

visita dominical


llegar a casa y sentarme a la mesa luego de saludar a papá. constatar que he encontrado la manera de vestirme y arreglarme de tal manera que agrade a mis padres. quizá me he vuelto un poco como ellos y, encuentro satisfacción en atuendos que reflejen inocencia y pulcritud. 


mirarlos a los ojos y sonreír mientras les cuento cómo me ha ido en el trabajo o digo alguna broma. en mi mente resuenan las palabras: 


mamá ayer hice ácido. mamá ayer tuve un trío. mamá, ayer me practiqué un aborto. 


soy la mujer que moralmente aborrecerían. pero mi corte de pelo estilo japonés, mi cara limpia de maquillaje y mis botas con correas tipo cowgirl les recuerda a su hija de trece años. 


mi madre sintoniza la radio cristiana. la comida está deliciosa.

domingo, febrero 12, 2012

manual para autoinmolarse volumen III; o de cómo O vino a besar mis heridas




"Una horrible saciedad de dolor y de voluptuosidad, hubiera debido empujarla poco a poco hacia las riberas de la insensibilidad, próximas al sueño o al sonambulismo. Todo lo contrario".  

Pauline Réage, Historia de O


muchas veces me había cogido por detrás, pero ese día me negué, así que echamos un palo bastante ordinario.

-mira nomás, cuando más buena te estás poniendo y se te ocurre dejarme cabrona- me dijo mientras me abrazaba por detrás, luego de darme una fuerte nalgada. 

aunque ya habíamos cogido -luego de semanas de no vernos, y aún con sus reproches en cada oración-, cogió mis brazos fuertemente y me puso boca abajo. 

yo pensé que jugaba, pero sus piernas también se posaron sobre las mías, inmovilizándome. 

-no quiero-, fue mi primera negativa, seguida de un "que no quiero", "en serio no quiero", "no estoy jugando", "por favor, ya suéltame".

supongo que vio en mis negativas una muy buena actuación, lo cual sólo endurecía su arma cada vez más. y digo arma, porque me penetró sin cuidado alguno y me cogió duro hasta que dejé de gritar y de forcejear, para llorar en silencio.

-es tu culpa, ¿porqué me pegas tanto el culo, si sabes que me gusta cogerte así?-, fue su única respuesta.

usualmente nuestros juegos sexuales eran pesados. casi siempre terminaba pegándome y escupiéndome en la cara, mientras me gritaba "puta", o fingíamos que yo era una adolescente violada por un pervertido.

varias veces también, mientras me cogía de perro, me avisaba que me penetraría para venirse en mi culo. me estaba educando para admitir el dolor como una manera más de placer, y me gustaba.

pero ésa fue la última vez que alguien me cogió. volví a intentar todas esas cosas con otros hombres. traté de educarlos para que abusaran de mí, como lo hacía él; y lo hacían, sí. pero en mi placer por el dolor seguía incrustado su nombre: tuve que dejarlos ir.