me dijo que no podría continuar así, la transformación se llevaría a cabo: yo estaba asustada. junto a la gran reja, tras la colina, alcancé a distinguir una cabaña. sus cuartos oscuros y húmedos nos brindarían algún refugio, la tormenta era violenta; escuché el reclamo del viento entre las ramas secas de los árboles, su piel blanca logró confundirme y me dirigí hacia ella como una luciérnaga, atraída por su luminosidad.
una vez junto a ella, presa del pánico, me puse a orar, más por miedo que por fervor. sus ojos grandes y oscuros me miraron interrogantes; su cabello revuelto se me figuró mi interior, pero sus manos lograron atarme a la tierra, sostenerme junto a ella... incluso, quizá, conservar la cordura.
pero creí enloquecer. le pregunté qué sucedía, qué dios iracundo nos abandonaba así, porqué me encontraba yo rezando, y porqué su rostro me parecía tan extraño. yo no entendía nada, la niebla comenzó a absorberme, sus manos comenzaron a adelgazar.
hubo un momento, como si nos encontráramos en el centro del caos, en el que la tranquilidad llegó a nosotras. tuve tiempo para pensar, observarla y oír sus palabras. comenzó a hablarme de esa tríada magnífica, de la que sólo había oído hablar, tan lejana. yo no podía creerlo, era como alicia en el país de las maravillas, como aladino o alí baba. sin embargo, logré entenderlo a mi manera.
su cuerpo tomó una forma muy distinta de la original, no tuve tiempo de plantearle mis dudas. la lluvia seguía simulando el llanto en mis mejillas, pero yo permanecí inmóvil, mientras ella se marchaba.
hasta la fecha sólo recuerdo sus ojos negros y su cuerpo delgado, su rostro alargado y pálido mirando hacia el cielo. antes de la tormenta, de la transformación y de su galope.
me dijo: "y tú, en qué crees?".