De la piel de Justine Jones se
deslizó hacia el piso la seda blanca que cubría su cuerpo virginal. Tras una
gran puerta de madera desgastada, los muros de unas habitaciones inquietantes
presenciaron cómo sus senos elevados por un corsé de color claro, se
estremecieron cuando se vio desnuda frente a un hombre por primera vez.
Su cuerpo sólo fue penetrado en
vida por el filo de la navaja con que cortó sus venas, hasta vaciarse la sangre
en una tina de agua caliente; nunca imaginó que volvería de la muerte para
obedecer las instrucciones de un desconocido, como hipnotizada, hasta que se
acercó a él y comenzó a chupar el pene fláccido que le ofrecía.
Miss Jones nunca conoció esa
urgencia ahora experimentada, por asirse al pequeño pedazo de carne que crecía
en sus labios y lengua, mientras lo hacía adentrarse un poco más a su boca
primero con pudor, y finalmente cuando la erección se había completado, con
creciente desesperación.
Sorprendida, tomaba el miembro
con ambas manos y daba cariñosos besos a la punta con los ojos cerrados. Tomó
una de las manos de su instructor, e insegura se sentó sobre él. Ante la
dificultad de la penetración Justine flaqueaba, comenzó a dudar de sus
movimientos, hasta que él la tomó de la cintura y elevó con fuerza sus caderas
para finalmente acabar con su doncellez.
El grito de Justine se transformó
poco a poco en un gemido lánguido y somnoliento, pues tener en su carne a un
hombre por primera vez, la hizo sentir como en un sueño desde la otra vida: ese
limbo a donde había llegado por su pecado, aunque el suicidio no hubiese sido
suficiente para enviarla al infierno.
Él asía las caderas y cintura de
Miss Jones, cuya espalda tenía de frente. La desvirgó así, para que ella no
tuviese un rostro al cual remitirse al recordar la primera vez que había cogido
con alguien: la arrojó al vacío de la soledad para que se encontrase a sí misma
en el valle obnubilado de su propio placer.
Y fue también así como penetró su
grupa; fue una mujer solitaria que introdujo ese pene erecto en el interior de
su cuerpo para perder su segunda virginidad: fue más doloroso, pero entonces
Justine Jones ya se había entregado a las delicias del dolor y del placer, por
lo que ella misma lo llevó al fondo de su vientre y se entregó con desesperación
al hombre que la sodomizó sin siquiera mirarle el rostro.
Este texto está inspirado en la película de Gerard Damiano, Devil in miss Jones. Una excelente película porno que demuestra cómo la pornografía sí puede ser arte. Además, la musicalización de una entrevista que hacen a la protagonista del film, Georgina Spelvin, quien habla de su experiencia como pornstar en los años 70's. pueden encontrar el vídeo AQUÍ: http://massiveattack.com/blog/2009/12/15/paradise-circus/ . Difruten :)
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