martes, marzo 11, 2008

recurrente

fiebre tiene un padre, y él al igual que ella, camina por las calles de la ciudad evitando los humos ásperos del ambiente, asimilando con sus manos el recorrido diario y variable de sus maldiciones en búsqueda de las tierras que saciarán su sed momentáneamente. su forma es oscura, y la amplitud de sus miembros invitan al recuerdo de la noche, en la que por supuesto, fluye más fácil el poder atrayente de su delirio, nombre aún desconocido por la criatura que no acepta razones.
delirio ha salido por la noche. el trayecto de ida y vuelta durará no pocas horas, sin embargo, para delirio, el tiempo no pasa tan tranquilo. en sus percepciones, la noche es menos que un sueño, es por eso que vive sus días insatisfecho, y en casa todos han aprovechado su ausencia para salir, y escapar de los filos de su lengua como un gran felino.
al llegar a casa, delirio ha sido destrozado por los primeros rayos del sol. el líquido que mantenía viva la superficie de su ser, a la que podríamos llamar piel, se ha derramado. sus cabellos, de día se han convertido en cerdas opacas y blanquecinas, exhaustas: han dejado de exhalar al aire los rastros oscuros que el padre heredara a fiebre. un suave y tierno lamento surge del centro exacto de su ser derrotado, y al descubrirse solo en el llano desértico que una vez habitaron los demás a su lado, se deja caer un poco más, se revuelca lentamente en su llanto delirante, silencioso y lleno de rencor.
al recordar esto, las llamas de fiebre disminuyen su alcance, y queda reducida a una pequeña flama en medio del fin del día. la oscuridad, como cada noche, se apodera del espacio de su habitación.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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